Una obra maestra, de los mejores relatos de la Literatura universal
En «Dublineses» («Dubliners»), James Joyce establece un relato, tan sencillo como profundo, sobre lo efímero de la vida, sobre el amor perdido de la juventud, y sobre unas vidas corrompidas por la nostalgia y el engaño.
El relato se sitúa en Dublín, el día de Reyes de 1904. Una serie de personajes de distintas edades y sexos de clase media-alta acuden a una cena que las señoritas Morkan ofrecen todos los años en su casa. Las Morkan son profesoras de música y la velada tiene un alto contenido melómano. La atmósfera es ideal. Fuera nieva y dentro de la casa se respira hogar, deliciosa cocina, buenas costumbres, tranquilidad, fraternidad y buen humor.
El tema velado tras la aparente sencillez del relato es la parálisis moral y espiritual de la Irlanda de la época. Metafóricamente nos lo pinta como un país de muertos, donde los recuerdos están más vivos que el presente y los muertos dominan a los vivos. Según esto, en aquella sociedad de 1904 hay más finales que comienzos y la vida no es más que un camino hacia la extinción. Los muertos no son sólo aquellos que están realmente muertos, sino también, aquellos que no han sabido vivir con pasión, que no han sabido discernir, perdidos en juegos y galanteos, que su mundo se desmorona y les arrastra sin remedio en su caída.